miércoles, 23 de noviembre de 2011

CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO O COMO NO DEJARON A BONATTI DESPEDIRSE DE SU GRAN AMOR

"La montaña no es como los hombres.
La montaña es sincera". 
Walter Bonatti
Con la iglesia hemos topado. Cuantas veces hemos escuchado o repetido esta popular frase. Pero cuando uno lee noticias como la que sigue, no puede hacer otra cosa que sobrecogerse ante la maldad que rezuman. A mediados del pasado mes de septiembre nos llegaba la triste noticia de la muerte de Walter Bonatti, sin duda uno de los más grandes alpinistas de todos los tiempos. Hasta ahí, nada más que la normal sorpresa por no saber que andaba enfermo, y, como no, la tristeza que siempre acompaña a la desaparición de alguién al que tanto has admirado. Sin embargo, mi sorpresa es mayúscula cuando me encuentro con un artículo publicado por Sebastián Álvaro en Desnivel.com y que añado al final de estas palabras. En este artículo, Sebastián Álvaro nos relata la bella historia de amor entre Bonatti y Rossana Podestà, su pareja en los últimos treinta años, y las cruentas circunstancias de su muerte en una clínica privada católica. Con una crueldad díficil de entender para culaquier hombre bueno, los responsables de esta clínica no dejaron a Bonatti afrontar la muerte en compañía de su gran amor. En las propias palabras de Rossana  “al no estar esposados me han prohibido asistirlo en sus últimos momentos. Me he decidido a hablar porque no quiero que vuelva a ocurrirle a ningún otro. Walter ha muerto solo, llamándome inútilmente”. Ensañamiento inútil, porque la dignidad de los hombres libres está por encima de la mezquina "hipocresia de los hombres civilizados". Hasta siempre, Walter. Admiramos tanto tus grandes escaladas en solitario, como detestamos la manera en la que te han dejado morir.

En este enlace tenéis el artículo de Sebastián Álvaro:
http://desnivel.com/alpinismo/bonatti-y-rossana-un-amor-de-pelicula
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lunes, 14 de noviembre de 2011

CARLOS SORIA, GRAN ALPINISTA, MEJOR PERSONA (ALMERIA, 12/NOVIEMBRE/2011)


Este pasado sábado hemos tenido la suerte de disfrutar de la presencia de Carlos Soria. Vivencias en la alta montaña a partir de los 70, sinceridad, autenticidad por encima de tanto heróe o heroína de cartón piedra. Hacer siempre lo que a uno le guusta, sin complejos y sin vender la moto a nadie. Un gran ejemplo para los que ya vamos siendo "talluditos": Cuidándose un mínimo y, sobre todo, sin perder la pasión por la montaña, nos quedan muchos, muchos años de disfrute por esos cerros y riscos que tanto nos gustan. Y, como no, felicitar a los compañeros del Club Almeriense de Montañismo (CAM) por el excelente curro realizado para sacar adelante estas Jornadas de Divulgación del Montañismo a pecho descubierto, sin la ayuda de ninguna administración. Chapeau. Como me escribió una vez en una dedicatoria Ramón Portilla, otro grande en esto de subir montañas, que nunca falte una montaña en vuestros sueños.
Por último, dejo este artículo del "País" que parece casí sacado a posta para la ocasión.
http://www.elpais.com/articulo/deportes/cumbre/72/anos/elpepidep/20111114elpepidep_14/Tes
Texto adicional
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miércoles, 2 de noviembre de 2011

CALAR DE LA RAPA (2.242 M) POR EL RIO GOR (8/OCTUBRE/2011)

A veces olvidamos las montañas cercanas, incluso las menospreciamos por tratarse de escasos “dosmiles”. Y con ello lo que hacemos es dejar de lado soberbias rutas montañeras. Supongo que serán los tiempos que corren, en los que suele importar más sacarse “la foto” en una cumbre de renombre que disfrutar de la belleza de una ascensión a veces anónima. Como nos gusta nadar contracorriente, este sábado de principios de octubre decidimos acercarnos a Sierra de Baza para repetir, o más bien finalizar, una ruta en la que disfrutamos de lo lindo este pasado invierno: La ascensión al Calar de la Rapa (2.242 m) por el río Gor. Aunque esta vez con bastante mejor tiempo.
Omar llegando a la cumbre del Calar de la Rapa
Desde Charches tomamos una pista forestal en dirección a la pequeña pedanía de Las Juntas. Poco antes de esta población, cruzamos el río Gor y tomamos un camino a nuestra derecha que remonta el río y que acaba en unas explotaciones ganaderas (Cortijos de Malarte en la cartografía). En un anchurón en la entrada de una de estas fincas dejamos el coche. Toca colocarse las botas, echarse los “morrales” al hombro y comenzar la “pateada”. El altímetro marca 1.540 m.
Descendiendo por un terreno bastante inestable por las erosivas pezuñas de tanto pequeño rumiante, alcanzamos el río. El día, con un azul espléndido en el cielo, me trae a la memoria la jornada gris y fría que encontramos el pasado mes de marzo. La remontada del cauce del Gor, con apenas un hilo de agua como caudal, nos resulta mucho más sencilla que hace unos meses. Aún así, en numerosos tramos, más que un sendero lo que seguimos son las trazadas un tanto anárquicas de los rebaños. Las choperas, teñidas levemente de amarillo, y un agradable frescor matutino nos recuerdan que estamos ya, aunque no lo parezca, en un incipiente otoño.
Las choperas levemente teñidas de amarillo anuncian la entrada del otoño en el río Gor

En apenas una hora de animada caminata alcanzamos las ruinas del Molino de los Pulidos en la confluencia de dos barrancos (el Barranco de San Sebastián y un segundo cuyo nombre no aparece reflejado en la cartografía) con el río Gor. Por un camino casi perdido entre ambas barranqueras dejamos atrás las ruinas y el cauce del Gor, ganando altura por su vertiente orográfica izquierda hasta alcanzar una pista forestal, justo junto a un puente que cruza el torrente tributario del Gor de nombre desconocido.
Dejando atrás el cauce del Gor. Al fondo asoma el Calar de las Torcas
Cruzamos este camino y tomamos una inclinada pista forestal a nuestra derecha, conectando con el camino forestal que va hacia el Puerto de los Tejos. Enseguida abandonamos este camino y, ascendiendo por un denso pinar, nos encaminamos hacia las escarpadas laderas norte del Calar de San Sebastián. Unos solitarios arces (Acer granatensis) marcan la línea fronteriza entre el bosque de repoblación y el reino de la roca.
Una pista forestal entre pinos nos encamina a las laderas norte del Calar de la San Sebastián
Nos espera una empinada e inestable pedrera por la que penosamente, pero con rapidez, alcanzamos el cordal cimero del Calar de San Sebastián desde donde disfrutamos de los gigantes de Sierra Nevada en la lejanía. Hoy el tiempo es inmejorable, lejos de la fuerte ventisca que nos castigó en nuestra anterior visita, y los viejos pinos bandera y las sabinas rastreras (Juniperus sabina L.) que tapizan el suelo parecen agradecerlo con un guiño cómplice a los últimos calores de este largo verano antes de la llegada del invierno con su glacial abrazo.
Avanzamos por una pedrera camino de la cuerda cimera del Calar de San Sebastián
Cerca del cordal nos extasiamos con los "gigantes" de Sierra Nevada asomando en el horizonte
Pinos "bandera" (Pinus nigra) y sabinas rastreras (Juniperus sabina), los dueños de estas cumbres
Ahora el terreno es cómodo y avanzamos con rapidez hacia la cumbre de este “dosmil”. Muy al norte asoma una vieja conocida, La Sagra, con su perfil inconfundible, mientras que al este la vista se pierde en Los Filabres, con las cúpulas del Calar Alto y la Tetica de Bacares asomando en la lejanía. Aprovechamos para hacer una corta parada en esta cumbre de 2.164 m. y reponer fuerzas con el “papeo” que venimos arrastrando a nuestras espaldas.
Panorámica de Los Filabres desde el Calar de San Sebastián
Y al otro lado los magníficos pinares oromediterráneos (¡¡¡Qué palabro!!!) de Sierra de Baza
Después de esta corta parada continuamos por la cuerda en dirección Sur. Perdemos algo de altura para alcanzar un collado (2.108 m.) que nos separa de una cumbre intermedia (sin nombre en la cartografía; 2.225 m.) entre el Calar de la Rapa (2.239 m.), nuestro objetivo, a nuestra derecha (Oeste), y la Rapa (2.228 m.), a nuestra izquierda o Sureste, inconfundible por el vértice geodésico que la corona. Desde este collado ascendemos a esta cumbre o antecima anónima y continuamos comodamente sin dejar la línea de cumbres, por un terreno descarnado, apenas cubierto por algunas sabinas rastreras y piornos, con una uniformidad unicamente rota por pequeñas dolinas, hasta el Calar de la Rapa, una inmensa superficie amesetada y cuyo punto de máxima altura está marcado por un modesto hito de piedras. Estamos en la segunda altura de esta sierra, una increíble atalaya desde la que nos sentimos como en una isla rodeados por un mar de tierra, cuyas olas se hubieran petrificado en forma de escarpadas laderas y cerrados valles.
Omar el la cumbre intermedia entre La Rapa (al fondo en la foto) y el Calar de la Rapa, nuestro objetivo
Los "artistillas" en la cumbre del Calar de la Rapa (2.242 m), segunda altura de Sierra de Baza
Para la bajada elegimos una línea directa que por su vertiente Oeste nos sitúa en la conocida pista forestal del Puerto de los Tejos a la altura del Cortijo de Los Payos. Dejamos la pista principal y por un estropeado camino sobrepasamos Los Payos (caserón y corral de ganado). Se trata de una vía de servicio, probablemente de algún antiguo trabajo forestal, que bordea la ladera Oeste del Cerro de los Frailes donde mismo termina. Dado que el camino no tiene continuidad, no queda otra que lanzarse ladera abajo hacia el Barranco de los Murciélagos, en dirección a un pequeño dique de contención que vemos en su cauce. El terreno es empinado e inestable, pero nos permite un rápido descenso hasta el lecho del barranco. Desde la presa una senda nos conecta con el río Gor y solamente nos queda desandar un corto trecho hasta los Cortijos de Malarte, donde dejamos esta mañana el coche.
Iniciando el descenso con el Calar de las Torcas y el Picón de Gor como telón de fondo
El relajante verdor con que nos saluda de nuevo el río Gor en las cercanías de los Cortijo de Malarte
Ahora, cuando estoy terminando de escribir estas letras, me vienen a la cabeza unas palabras que me comentó hace un tiempo el amigo Kiko, gran conocedor, por cierto de estas sierras. Citando a algún sabio me dijo que “el camino de la montaña, como el de la vida, no se recorre con las piernas, sino con el corazón”. Y así es, porque mientras quede pasión, sabremos disfrutar del placer de vagar por los montes, sean grandes alturas o pequeños cerrillos casi desconocidos.
Croquis del recorrido que seguimos
Grupo de avezados montañistas: José Omar “El Niño” y José Salazar

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