miércoles, 7 de septiembre de 2011

ASCENSIÓN AL CANCHAL DE LA CEJA (2.430 M) DESDE LA SEGUNDA PLATAFORMA DEL TRAVIESO (1.950 M) (23/JUNIO/2011)

El entorno:
El Macizo Occidental de Gredos, también conocido como Sierra de Bejar o Candelario, se levanta en el extremo sudeste de la provincia de Salamanca, justo en el vértice que forma con las vecinas provincias de Ávila y Cáceres. Observada desde Candelario, la sierra presenta un aspecto alomado, sin grandes accidentes que le confieran el fiero aspecto alpino de lugares tan conocidos como el Circo de Gredos en pleno corazón del Macizo Central. Sin embargo, una mirada más detallada nos permite descubrir en medio de esas lomas cicatrices como Hoya Mayor, Los Canalizos o Hoya Moros que delatan el moldeado glaciar y un carácter montaraz que nos ira sorprendiendo poco a poco a medida que nos adentremos en sus alturas. Entre sus cumbres se esconden tesoros, preciados por cualquier montañero, como Los Dos Hermanitos (2.326 m), El Torreón (2.401 m) que es además la mayor altura de la provincia de Cáceres, el Calvitero (2.405 m), y, como no, el que aquí nos ocupa, el Canchal de la Ceja, que con sus 2.430 metros de altitud constituye el techo de Salamanca.
La Cuerda del Calvitero profusamente decorada por los piornos serranos
Aprovechamos un viaje al bonito pueblo de Candelario para acercarnos a esta cumbre, el Canchal de la Ceja, de tan curioso nombre. Aunque, quizás debería decir lo contrario, porque ya son muchos años en los que el diseño de nuestros viajes siempre gira en torno a alguna bonita montaña. La cabra tira al monte, como me gusta decir. En cualquier caso, Candelario, con su peculiar entramado urbano de calles estrechas y empinadas flanqueadas por altas casonas de aleros volados, por las que baja rugiente el agua de la sierra por unas típicas canaletas que aquí llaman “regaderas”, merece una visita. Si a ello unimos la bien merecida fama de su chorizo y jamón, todo de ibérico, y un carácter netamente serrano, poco más hay que añadir.
El acceso:
Candelario (1.126 m) es una magnífica puerta de acceso a la sierra. Desde el mismo pueblo tomamos una estrecha carretera de montaña que asciende serpenteando suavemente en dirección al Hotel de Montaña “El Travieso”. Éste se sitúa a unos 6 kilómetros, en un primer ensanchamiento de la carretera (Primera Plataforma) que encontramos después de atravesar un tupido pinar. Continuamos otros 3 kilómetros aproximadamente hasta la Segunda Plataforma del Travieso (1.950 m), donde concluye la carretera y, por tanto, dejamos nuestro coche.
La ruta: 
 
Plano con la ruta que seguimos

Encontramos un día con un cielo despejado, azul profundo, y una suave brisa que refresca el ambiente y nos anima para la dura caminata que nos espera. Desde la Segunda Plataforma disfrutamos de una impresionante panorámica. A nuestros píes destacan las aguas azul marino del Pantano de la Fuentesanta y los pueblos de Candelario y Béjar, con la Sierra de Francia y, más al Norte, las amplias dehesas salmantinas como telón de fondo. Frente a nosotros, las pendientes de la vertiente noroccidental de la Cuerda del Calvitero por la que discurre nuestra ruta.
Camino de la Cuerda de El Calvitero. Candelario y Béjar a nuestros píes.
Dos hitos de piedra casi a la entrada de la plataforma nos indican el inicio de nuestro sendero. En el primer tramo atravesamos una zona que, aunque está cubierta por un denso piornal, aún conserva las huellas de un antiguo incendio forestal, la gran peste de nuestros montes durante los veranos. Son varias las veredas que vamos encontrando, aunque procuramos tomar siempre las más marcadas que, además, suelen ser las que sortean más sabiamente las mayores pendientes. Pronto llegamos a la Fuente del Travieso, donde aprovechando el mullido colchón de hierba y el sugerente y fresco fluir del agua, hacemos una primera parada. Conviene hidratarse y reponer agua en la cantimplora, puesto que el “Lorenzo” no nos va a dar mucho amparo. Además, es una buena ocasión para estirar unos músculos algo doloridos, que a los tendones les gustan poco los “cuestarrones” a primera hora de la mañana.
Detenerse y extasiarse con amplio el horizonte que va quedando a nuestra espalda
Enseguida continuamos nuestra marcha constante hacia las alturas. La ruta (o, mejor dicho, las rutas, dadas las mencionadas variantes) está muy bien balizada con hitos de piedra, no presentándonos problemas de orientación a pesar de nuestro desconocimiento del terreno. Poco a poco, los piornos empiezan a estar decorados con su llamativa floración. Son los característicos piornos serranos (Cytisus purgans) que cubren totalmente la ladera, salvo las estrechas sendas por las que caminamos. Casi sin darnos cuenta, nos vemos rodeados en el explosivo amarillo de los piornos en flor, al tiempo que su intenso aroma dulzón acaba embriagándonos.
Rodeados de fragantes piornos en flor. Al fondo, destacan las aguas azules del Pantano de la Fuentesanta
Cerca ya del cordal, encontramos la Fuente de la Goterita. Aprovechamos el fino hilo de agua, que parece querer hacer honor a su nombre, para rellenar la cantimplora mientras disfrutamos del amplio horizonte que va quedando a nuestras espaldas. Curiosas nubes se dibujan en el cielo azul, contrastando con las pendientes teñidas de dorado de la Cuerda del Calvitero.
Rellenando la cantimplora en la Fuente de la Goterita
Bonitas florecillas serranas nos alegran el camino
Acercándonos a la Cuerda de El Calvitero
Con un poco más de esfuerzo alcanzamos la línea cimera. El terreno aparece ahora casi desnudo de vegetación delatando los gélidos vientos que deben arreciar por estos contornos. El paisaje se abre frente a nosotros, dando vista al Macizo Central de Gredos que a pesar de la distancia luce su imponente porte alpino, mientras que a nuestra derecha, casi al alcance de la mano, queda El Calvitero (2.405 m), la cumbre que da nombre a este cordal.
Ya en el cordal. El Calvitero queda a nuestra derecha
Un poco por debajo de la misma, en la misma vertiente por la que venimos ascendiendo, vemos unos extraños postes alineados en sentido ascendente, dando en una primera impresión ser restos de un antiguo vallado. Sin embargo, una observación más detenida, junto a su altura acaban por hacernos comprender que en realidad se trata de los ruinosos vestigios de un antiguo remonte de esquí, quizás el precedente histórico de la vecina Estación de Esquí de la Covatilla. Afortunadamente, aquí parece que la naturaleza ha ganado la batalla y anda recuperando lo que es suyo.
A pesar de la cercanía, decidimos dejar El Calvitero para más tarde y lo sorteamos por su vertiente Sur dando por primera vez vista a nuestro destino. Observada desde donde estamos, la cara norte de la Cuerda de la Ceja, un inclinado pedregal (o canchal) cerrado por sólidos contrafuertes graníticos, parece querer asemejar la homónima y peluda línea arqueada que tenemos sobre nuestros ojos.
La Norte del Canchal de la Ceja
Nos sorprende el gran ventisquero que aún cubre gran parte de esta vertiente de la Ceja. Un breve descenso, de nuevo envueltos en el amarillo piornal, nos sitúa en la Portilla de la Ceja, desde donde disfrutamos del bonito circo en el que asoman las Lagunas del Trampal. Al sudoeste divisamos los Dos Hermanitos y El Torreón.
Ya nos queda poquito...
El Torreón (izquierda) y Los Dos Hermanitos (derecha) desde la cumbre del Canchal de la Ceja
Las Lagunas del Trampal
Desde la Portilla nos queda una corta subida y pronto alcanzamos la amplia cumbre del Canchal de la Ceja. Un escueto buzón de cumbre en forma de cohete marca el punto de mayor altura, 2.425 m., el techo la provincia de Salamanca y del Macizo Occidental de Gredos, y es allí mismo donde nos instalamos para, tranquilamente, recuperar fuerzas con la merienda que venimos porteando desde Candelario.
Foto de cumbre

Iniciando la vuelta. Al fondo asoma El calvitero
La vuelta la hacemos por el mismo camino, salvo un pequeño desvío para una rápida visita a la modesta, pero también altiva cumbre de El Calvitero.
Cumbre de El Calvitero con la Norte de la Ceja ya en la lejanía
La anécdota:
Mientras disfrutamos de nuestras ricas viandas en soledad sobre el Canchal de la Ceja, vemos aparecer por la Cuerda de la Ceja a un solitario montañero que avanza hacia nosotros. Cuando nos alcanza, vemos que trae un “pajarón” considerable (el sol a esta hora caía de justicia), así que le damos algo de glucosa de la que siempre me gusta llevar a mano. Nos cuenta que iba con otros dos compañeros en busca de la Charca de Trochagosta, pero que se han enriscado y cada uno a tirado a su pelleja, en plan ejercito de Pancho Villa. Evidentemente, la situación es un tanto tensa, y aunque pronto aparece por la Portilla de la Ceja uno de sus compañeros, seguimos sin noticias de la tercera del grupo que, para colmo, es la más novata. Afortunadamente, cuando empezamos a ponernos nerviosos, suena el teléfono móvil y la tensión final se desvanece. Finalmente, los tres inician juntos su retorno hacia El Travieso. Esta anécdota me sirve para señalar los pequeños despistes que cometemos a veces en la montaña y que tan caros pueden salirnos.
La explosiva floración de los Cytisus purgans
Grupo de avezados montañistas: José Salazar y Bárbara Fiabane

No hay comentarios: