martes, 13 de marzo de 2012

UN “RULE” POR LOS “TRESMILES” ORIENTALES DE SIERRA NEVADA. PUNTAL DE LOS CUARTOS (3.154 M)

Ha llovido bastante, aunque no precisamente en este año, desde la última vez que coincidí con mi hermano Aitor, “Kanishe”, en el monte. Para tan memorable reencuentro elegimos la zona de los “Tresmiles” Orientales de Sierra Nevada desde su vertiente norte con la idea de completar una buena “alpargatá”. Vamos, dicho en otras palabras, amortizar la suela de las botas. Así, el sábado por la mañana, mientras el Duque de Pon-la-Palma (Urdangarín, para los no versados en aristocracia, ni en cleptomanía) entraba en los juzgados de Palma, me encontraba con Aitor en el Refugio de Postero Alto (1.850 m).
Primeros pasos con el Picón de Jeres como telón de fondo
Sin perder tiempo estamos caminando con los morrales al hombro rumbo al Puerto de Trevélez, paso tradicional de ganado desde el Marquesado del Zenete a la Alpujarra (Cañada Real de Trevélez). Encontramos nieve desde el refugio, aunque con muy poco espesor y con una dureza adecuada que facilita el caminar sin necesidad de crampones. A la altura de donde se encontraba la desaparecida “Casilla de los Rojos”, dejamos la Cañada Real de Trevélez y nos dirigimos directamente hacia la Piedra de los Ladrones, ya en las cercanías de la cota de los tres mil metros. Un buen sitio para hacer una breve parada para el avituallamiento. El día luce magnífico y a esta altura tenemos que echar mano a los chaquetones para protegernos de la rasca que sopla por aquí.
Kan se pelea con las duras rampas en las cercanías de la Piedra de los Ladrones
Continuamos ganando altura por la cuerda rumbo a Cerro Pelao (3.143 m), nuestra primera cumbre del día, cima, por cierto, de controvertida toponimia, ya que el IGN da este nombre al colindante Horcajo, mientras que a ésta la denomina Puntal de Juntillas. Incluso en cartografía antigua aparece como Cerro de las Tres Lindes, al ser límite entre los términos municipales de Jeres del Marquesado, Güejar Sierra y Trevélez. En cualquier caso, yo me quedo con los nombres de Cerro Pelao y, en consecuencia, Horcajo para su vecino, que son los que hemos utilizado tradicionalmente los montañeros almerienses.
Camino de Cerro Pelao con las estribaciones orientales de Sierra nevada a nuestras espaldas
Tras un pequeño respiro, seguimos la cuerda en dirección Oeste para asomarnos a los vertiginosos Tajos Negros de Covatillas sobre los Lavaderos de la Reina. Un pequeño descenso y una corta arista, donde dejamos las mochilas, nos llevan a la segunda cima del día (sin nombre en la cartografía, 3.115 m), desde donde continuamos hasta el Puntal de los Cuartos (3.154 m), nuestra mayor altura del día. Allí disfrutamos de una vista privilegiada de la elegante Norte de la Alcazaba, la Gran Dama de Sierra Nevada, y sus impresionantes Tajos del Goterón. El reloj marca ya las cuatro de la tarde, tiempo de darse la vuelta y empezar a buscar un emplazamiento protegido del viento para el vivac.
"Recortando silueta" en la aristilla sobre los Tajos Negros de Covatillas
Al fondo, de derecha a izquierda, el Horcajo y Cerro Pelao. También se aprecia claramente la arista sobre los Tajos Negros
Un pequeño respiro en la subida al Puntal de los Cuartos (3.154 m), la mayor altura del día.
Los últimos pasos hasta la cumbre del Puntal de los Cuartos (3.154 m)
Los "artistillas" en la cumbre del Puntal de los Cuartos (3.154 m)
Ya de vuelta, echando una mirada a los vertiginosos Tajos Negros de Covatillas
Así, desandamos nuestros pasos, recuperamos los “morrales” y en las cercanías de Cerro Pelao nos desviamos en dirección Norte hacia el Picón de Jeres (3.088 m), nuestra última cumbre del día. Allí esperamos poder refugiarnos en el corralillo de piedra que hay junto al vértice geodésico, pero lo encontramos cubierto de nieve. Como la rasca empieza a apretar, decidimos tirar directos hacia el Circo de Alhorí. Las fuertes pendientes que nos esperan nos aconsejan calzarnos los crampones por primera vez en el día. Craso error, encontramos una nieve sin transformar en la que nos hundimos hasta la rodilla y que se convierte en la trampa ideal para el fastidioso “cramponazo”. Nada, poco después acabamos por quitarnos los crampones. No es de extrañar que entre tanto vaivén un pequeño zorro con el que nos cruzamos nos eche una inquisitiva mirada en la que creo vislumbrar un reprobatorio “¡qué poco arte el de estos humanos!”.
¡¡¡Eiiinggg!!!¿Ande van estos dos humanos?
Ya en el Circo buscamos un pequeño abrigo natural un poco por encima del nacimiento del río Alhorí y que goza de fabulosas vistas sobre los tajos donde se forman las famosas cascadas y corredores que dan fama al lugar. Además, su orientación Sur permite disfrutar de bastantes horas de sol y de un calorcito que siempre es bien recibido en este inhóspito paraje. Buen lugar que compartimos con una joven montesa y que bautizamos como la “Cueva de los Accitanos”, ya que el amigo Antonio “4x4” vivaqueo aquí en alguna ocasión con montañeros de Guadix. Toca limpiar un poco la nieve, fundir algo de nieve para la sopa, charlar largamente sobre el día y tantas cosas que nos vienen a la cabeza en estos buenos momentos de monte, descojonarnos con alguna que otra “basteza”, para, finalmente, al calor del saco, dejarnos caer en los dulces brazos de Morfeo. Han sido casi 9 horas de actividad continua.
La entrada dela Cueva de los Accitanos, nuestro refugio por esta noche
Abro los ojos casi al tiempo que una tenue y delgada línea roja anuncia el amanecer sobre la cuerda de Sierra Nevada. En cuanto el sol empieza a calentar, saltamos de los sacos y preparamos el desayuno que nos toca compartir con nuestra vecina de apartamento, la cabra montés, que aunque muestra una clara preferencia por las almendras, no desprecia ni el salchichón ¡Es duro ser vegetariano a esta altura!
La delgada línea roja. Amanecer desde nuestra privilegiada habitación con vistas
Mientras oreamos los sacos entablamos conversación con nuestra vecina...
A ver si os estiráis con unas almendrillas...
La vuelta la hacemos por el río Alhorí, un recorrido de los que siempre acaba uno satisfecho, muy especialmente en esta época del año, cuando las nieves y los hielos le transfieren un fiero aspecto alpino. Así, paso a paso, concluimos un buen par de jornadas en la montaña que, como leí hace un tiempo, “nada hay tan bueno como el sol y el viento para disipar la insensatez de uno” (Epigramas de Roycroft).
Borbotones de hielo sobre el Río Alhorí
Croquis de nuestro recorrido

No hay comentarios: